2 de noviembre de 2012

De magdalenas y muffins

Hace unos días que mi amiga volvió de los Picos de Europa por su propio pie y con ambas piernas aún pegadas a la cadera. Aunque no creo que vuelva a repetir, porque cuando le preguntamos qué tal le había ido farfulló algo sobre coger gastritis el primer día y tirarse todo el puente vomitando. Le preguntamos preocupadas si había estado enferma, y nos respondió en el mismo tono que ella no, que "él".
No sé a qué se referirá con "él", aunque quizá tenga que ver con el amigo alpinista que le presentamos... Pero mi amiga no puede ser tan superficial como para haber ido a una excursión de senderismo de alta montaña solo para ligar, ella es mejor que eso. Seguro que hay algún otro motivo para que de pronto haya regalado todo su equipo de alpinismo y haya jurado no volver a caminar por el campo en su vida.

Pero mi amiga es una mente inquieta y nunca pasa mucho tiempo sin que descubra un nuevo pasatiempo; tras el senderismo ahora le ha dado por la repostería. Todas las tardes desde hace dos semanas se pasa por la panadería de al lado de su casa para comprar harina, cacao y demás aperos de labranza, y por las mañanas nos trae al curro galletas, magdalenas y bizcochos de diversas formas, tamaños y colores. Y todos muy sabrosos, tengo que decir.

No es que yo sea mal pensada, pero se me ocurrió que tenía que haber un motivo por el que de pronto le hubiera dado tan fuerte por la repostería, así que un día se lo pregunté. Ella se hizo la loca y me dijo que no fuera tonta, que simplemente se había comprado un libro de recetas para pasar el rato, porque tenía mucho tiempo libre.
Para demostrarme que no hay ningún motivo oculto tras su nuevo hobby me invitó a su casa una tarde para que le ayudara a hacer unas magdalenas y viera lo interesante que es. Yo, que como he dicho antes no soy mal pensada pero siempre llevo un bote de spray de pimienta en el bolso, acepté encantada.

Antes de ir a su casa pasamos por la panadería para que comprara esencia de vainilla, que se le había acabado. Resultó que el local estaba en su mismo edificio, y de hecho daba pared con pared con su casa, más concretamente con su habitación. El panadero - un rubio mazadísimo de dos metros de altura y más o menos la misma longitud de ancho de espalda - me oyó cuando le comentaba este dato a mi amiga y se rió diciendo que sí, que de hecho la primera vez que mi amiga había entrado allí, haría unas dos semanas, había sido para quejarse por el ruido que hacía la persiana metálica al abrir la tienda.

Tras comprar la vainilla entramos en casa de mi amiga y estuvimos cocinando toda la tarde, y tiene razón, es bastante divertido. Creo que yo también me voy a aficionar a la repostería. Le he comentado que si quiere podemos quedar también en mi casa para cocinar, pero se ha disculpado diciendo que se sentiría incómoda con los utensilios de cocina de otra persona.

Menos mal que ya he comprobado que el nuevo hobby de mi amiga no tiene nada que ver con querer ligar con nadie, me he quedado mucho más tranquila. Cómo se me había ocurrido pensar, con lo divertido que es hacer magdalenas, que la repostería sería una excusa para acercarse a algún hombre...

1 comentario:

  1. ¿Soy el único que piensa que "madalenas" suena mejor que "magdalenas? XD

    ResponderEliminar