25 de septiembre de 2012

La comida

Recientemente, el móvil de mi amiga ha cogido la manía de suplantar personalidades. O números de teléfono, en su caso. Lleva toda la semana recibiendo mensajes y llamadas de gente que "no llama a ese número". Lo cual es muy poco oportuno, porque justo hace una semana que le dió su número al chico "con el que quiere trabar amistad", y anda de los nervios esperando que la llame.
Yo a ese móvil le practicaba un exhorcismo. Como poco.

El caso es que el otro viernes recibió un mensaje precioso en el que le decían que la querían, que no les importaba su dinero y que querían casarse con ella. Ella vio que el número del remitente no estaba en su agenda, por lo que se emocionó pensando que sería de "su nuevo amigo". Como quería hacerse de rogar, respondió al sms con un "te conozco?". Y fue respondida con un "no, número equivocado".

Al día siguiente vio que tenía una perdida de un fijo que tampoco tenía en la agenda, y pensó "ahora sí que es él, me está llamando desde casa". Llamó al número, y le respondió un bot hablándole de las ventajas de contratar la fibra óptica de Ono.

La chica que los presentó, que se sentía un poco mal por su amiga, decidió organizar una salida en grupo para que los dos tuvieran la oportunidad de conocerse en persona. Inicialmente los invitados éramos mi amiga, su "amigo", y todas las del trabajo que estábamos al tanto del romance, cámara en ristre para no perder detalle. Mi amiga sugirió que invitaran a algún chico más, no fuera que el chaval sospechara algo. Y también le pidió a las que no teníamos pareja que nos abstuvieramos de ir, no fuera que el chico se fijara en quien no debía. Si hubiera nacido genio del mal habría estado a la altura de Morirarty, no deja nada al azar.

Claro que el azar es un hijo de putilla, que diría Flanders, y cuando llegamos al restaurante, por mucho que nos esforzamos porque nuestra amiga se sentara frente a su objetivo sin que pareciera que lo hacíamos adrede, al final el que se sentó frente a él fue  un amigo de un amigo de alguien de la mesa - pero nadie sabía de quién - que no paró de hablar con el objeto de sus anhelos en toda la comida, por lo que ella casi no pudo hablar con él. Y más o menos cuando nos iban a traer el postre le llegó un sms amenazándola con partirle las piernas si no tenía el dinero para mañana.

Una cosa hay que concederle a ese móvil: Tiene una gran la habilidad para inquietar a su dueña.

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